miércoles, 11 de junio de 2025

Otra tarde de lluvia en el pueblo de Cotui

 


En las ultimas horas el repiqueteo constante de la lluvia se mezcla con el rugido de las corrientes de agua y el ocasional trueno que retumba en la distancia. Los niños, a pesar del caos, a menudo encuentran diversión, corriendo descalzos por las calles inundadas o navegando en improvisadas balsas hechas de madera o plástico. Los adultos, en cambio, lidian con la preocupación: los motoconchos evitan las zonas más anegadas, y los vendedores ambulantes buscan refugio bajo toldos o en las esquinas de las tiendas.


Una tarde con mucha lluvia en Cotuí, transforma el paisaje y la dinámica de sus calles. El cielo se cubre de nubes grises y densas, descargando un aguacero constante que golpea con fuerza los tejados de zinc y las calles de tierra o asfalto. El aire se siente fresco, pero pesado por la humedad, y el olor a tierra mojada impregna el ambiente.

Las lluvias intensas, comunes en nuestro pueblo  debido a su clima tropical, provocan que los arroyos y ríos cercanos, como el río Yuna, Maguaca, Tawique, Hicaco, entre otros, se desborden rápidamente.

Las calles de Cotuí, especialmente en áreas bajas o con drenajes deficientes, se convierten en ríos improvisados. El agua turbia corre con fuerza, arrastrando hojas, ramas y, a veces, basura acumulada. Barrios como Libertad,  las Flores, La Altagracia pueden verse particularmente afectados, con inundaciones que anegan patios y, en casos extremos, entran a las casas, obligando a los residentes a mover muebles y pertenencias a lugares más altos.

En las ultimas horas el repiqueteo constante de la lluvia se mezcla con el rugido de las corrientes de agua y el ocasional trueno que retumba en la distancia. Los niños, a pesar del caos, a menudo encuentran diversión, corriendo descalzos por las calles inundadas o navegando en improvisadas balsas hechas de madera o plástico. Los adultos, en cambio, lidian con la preocupación: los motoconchos evitan las zonas más anegadas, y los vendedores ambulantes buscan refugio bajo toldos o en las esquinas de las tiendas.

La plaza principal, cerca del Parque Duarte, queda desierta, salvo por algunos transeúntes empapados que corren bajo paraguas rotos o plásticos improvisados. Los negocios locales, como las cafeterías y colmados, se convierten en puntos de reunión donde la gente comenta sobre la tormenta, comparte historias de inundaciones pasadas o espera a que el aguacero amaine.

Las palmeras y los flamboyanes del pueblo se mecen violentamente con el viento, y los apagones eléctricos son frecuentes, sumiendo a Cotuí en un un desosiego que desespera a la comunidad .

A medida que la lluvia persiste, las autoridades locales, si están preparadas, comienzan a monitorear los niveles de los ríos y a alertar a las comunidades vulnerables. Los bomberos y la defensa civil podrían recorrer las zonas más afectadas, ayudando a familias o distribuyendo suministros básicos. Sin embargo, en una tarde así, la vida en Cotuí se detiene parcialmente, atrapada entre la resignación y la adaptación a un fenómeno que, aunque familiar, siempre trae consigo un aire de incertidumbre.

 

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