Otra tarde de lluvia en el pueblo de Cotui

 


En las ultimas horas el repiqueteo constante de la lluvia se mezcla con el rugido de las corrientes de agua y el ocasional trueno que retumba en la distancia. Los niños, a pesar del caos, a menudo encuentran diversión, corriendo descalzos por las calles inundadas o navegando en improvisadas balsas hechas de madera o plástico. Los adultos, en cambio, lidian con la preocupación: los motoconchos evitan las zonas más anegadas, y los vendedores ambulantes buscan refugio bajo toldos o en las esquinas de las tiendas.


Una tarde con mucha lluvia en Cotuí, transforma el paisaje y la dinámica de sus calles. El cielo se cubre de nubes grises y densas, descargando un aguacero constante que golpea con fuerza los tejados de zinc y las calles de tierra o asfalto. El aire se siente fresco, pero pesado por la humedad, y el olor a tierra mojada impregna el ambiente.

Las lluvias intensas, comunes en nuestro pueblo  debido a su clima tropical, provocan que los arroyos y ríos cercanos, como el río Yuna, Maguaca, Tawique, Hicaco, entre otros, se desborden rápidamente.

Las calles de Cotuí, especialmente en áreas bajas o con drenajes deficientes, se convierten en ríos improvisados. El agua turbia corre con fuerza, arrastrando hojas, ramas y, a veces, basura acumulada. Barrios como Libertad,  las Flores, La Altagracia pueden verse particularmente afectados, con inundaciones que anegan patios y, en casos extremos, entran a las casas, obligando a los residentes a mover muebles y pertenencias a lugares más altos.

En las ultimas horas el repiqueteo constante de la lluvia se mezcla con el rugido de las corrientes de agua y el ocasional trueno que retumba en la distancia. Los niños, a pesar del caos, a menudo encuentran diversión, corriendo descalzos por las calles inundadas o navegando en improvisadas balsas hechas de madera o plástico. Los adultos, en cambio, lidian con la preocupación: los motoconchos evitan las zonas más anegadas, y los vendedores ambulantes buscan refugio bajo toldos o en las esquinas de las tiendas.

La plaza principal, cerca del Parque Duarte, queda desierta, salvo por algunos transeúntes empapados que corren bajo paraguas rotos o plásticos improvisados. Los negocios locales, como las cafeterías y colmados, se convierten en puntos de reunión donde la gente comenta sobre la tormenta, comparte historias de inundaciones pasadas o espera a que el aguacero amaine.

Las palmeras y los flamboyanes del pueblo se mecen violentamente con el viento, y los apagones eléctricos son frecuentes, sumiendo a Cotuí en un un desosiego que desespera a la comunidad .

A medida que la lluvia persiste, las autoridades locales, si están preparadas, comienzan a monitorear los niveles de los ríos y a alertar a las comunidades vulnerables. Los bomberos y la defensa civil podrían recorrer las zonas más afectadas, ayudando a familias o distribuyendo suministros básicos. Sin embargo, en una tarde así, la vida en Cotuí se detiene parcialmente, atrapada entre la resignación y la adaptación a un fenómeno que, aunque familiar, siempre trae consigo un aire de incertidumbre.

 

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